miércoles, 27 de octubre de 2010

Valoración de la eficiencia y estabilidad de la Democracia en Venezuela



Presentar un estudio comparado entre tales estudios, es el interés de este trabajo, como un abre bocas a los estudios sobre la gobernabilidad y los mecanismos de los gobiernos para dirimir el conflicto y garantizar la sostenibilidad y estabilidad del régimen.

Haremos una revisión del estudio de El Barómetro de las Américas de la Vanderbilt University para Venezuela, como estudio principal y algunas consideraciones de investigaciones nacionales.

Ello hace necesario que hagamos previamente, un breve recorrido por los conceptos y teorías que manejaremos, así como por cada uno de los estudios, arriba mencionados.

Finalmente presentaremos nuestras conclusiones sobre las mediciones de la efectividad y gobernabilidad presentadas, intentando hacer algunas combinaciones y aportes para nuestra propia investigación en el tema de la gobernabilidad.

1.-  Sobre un epíteto de democracia:

Queremos destacar, una afirmación y un concepto de democracia utilizado por el Politólogo italiano Giovanni Sartori en su texto “La democracia en 30 lecciones”. La primera: “el empirista instintivamente tiende a preguntarse cómo funciona” (la democracia); y, el segundo: “la democracia es gobierno de opinión, una acción de gobierno fundada en la opinión”[1].

Esto concuerda con una afirmación del autor: “cuando se dice opinión pública a secas hay que entender que tiene como objeto la res pública[2], el interés colectivo, el bien público” (Sartori, 2009: 32)

Con ello, resaltamos la importancia, el valor y tratamiento a la opinión de la ciudadanía sobre la calidad y eficiencia de la democracia, que en definitiva, es el tema que nos atañe en este trabajo. Es esa opinión la que nos interesa conocer y analizar en los estudios que presentaremos más adelante, y sobre las cuales se podrá inferir la eficiencia y calidad de la democracia. Opinión muy importante para la gobernabilidad y que, en términos actuales se transforma en control social del ejercicio del gobierno y en definitiva del poder, por parte de las ciudadanas y los ciudadanos sujetos de los estudios de valoración.



El control social lo entendemos como una relación de poder bidireccional que determina e influye el comportamiento entre los ciudadanos, la sociedad y las instituciones del Estado. En este sentido podemos analizarlo como medio de supervisión y como instrumento de direccionalidad del comportamiento a través de la compulsión ejercida por la opinión pública, respecto del sujeto controlador[3]. “La presión del grupo persigue disminuir las desviaciones que se apartan de los cánones admitidos por la sociedad”[4] en su conjunto y ajustar los correctivos necesarios para encauzar los comportamientos de acuerdo a las normas, patrones, valores establecidos, expectativas generadas y promesas ofrecidas.

En este sentido, diría Dick Morris, que el líder necesita apoyo público, no sólo desde el punto de vista electoral, para ganar elecciones, también lo necesita para gobernar[5]. Las encuestas y los estudios de opinión le sirven al político para entrar en sintonía con el “ideario colectivo” de Durkheim, con lo que está pensando la gente.



La legitimidad democrática implica, según Lipset, la capacidad del sistema político para generar y mantener la convicción de que las instituciones políticas existentes son las más convenientes o apropiadas para la sociedad, vinculando estrechamente legitimidad y eficacia política, la cual se entiende como “la actuación concreta de un sistema político, en qué medida cumple las funciones básicas del gobierno, tal como las definen las expectativas de la mayoría de los miembros de una sociedad y las de los grupos poderosos que hay dentro de ella, que podrían constituir una amenaza para el sistema” [6]

He ahí la importancia de los estudios de valoración, para conocer las necesidades, demandas y expectativas de la ciudadanía, de los gobernados, frente al régimen democrático y su liderazgo, de manera que, a modo de control social, pudieran darse los correctivos para ir en la procura de mayor bienestar para la sociedad en su conjunto.

Dado el desarrollo y atención que se tiene a los estudios de opinión pública en la contemporaneidad, cobra importancia la noción sociológica de legitimidad, la cual no debe ser confundida con popularidad, aceptación,  conformidad o buena imagen que se tenga del gobernante y del régimen democrático en estudio. Tampoco puede reducirse, la legitimidad, a la legalidad de origen de las instituciones, así como tampoco a la popularidad que las políticas gubernamentales pudieran tener en un momento determinado. “Un sistema legítimo es aquel capaz de crear y reproducir la convicción  de que sus instituciones  son las más apropiadas para la sociedad” (Njaim, Óp. Cit: 10)

III. 1.- Los valores políticos del venezolano

Los valores políticos sustantivos de una sociedad forman parte de su propia visión, en una matriz de creencias, imágenes y valores que “además de orientar los comportamientos individuales y sociales, encarnan en las instituciones y prácticas políticas y definen cursos de acción a los gobiernos y a los gobernantes” (Villarroel, 2001: 167).

En la Venezuela contemporánea, ciertos valores han estado presente, y aún se mantienen en la cultura, y proveen orientaciones a la acción política ciudadana.

Según se desprende de la investigación de la Profesora Gladis Villarroel, arriba citada, la Democracia comienza a gestarse en el ideario colectivo del venezolano desde la Guerra de la Federación, en la segunda mitad del siglo XIX, cuyo saldo positivo es el arraigo de la igualdad como aspiración psicosocial, incluso desde la guerra de Independencia.

Más recientemente, el trienio adeco, que va desde 1945 hasta el 48, sentó las bases de la cultura política venezolana actual: El Estado como dispositivo de integración social y de modernización y el partido como instancia única de intermediación entre el Estado y la sociedad. Igualmente el voto, universal y secreto, adquiere relevancia fundamental al traspasar la soberanía al pueblo, de donde se desprenden valores como libertad, derechos y garantías individuales.

La ruptura con el 48 primero y la dictadura de Pérez Jiménez, una década después, significó la apelación a la vocación democrática y lo bolivariano como características que renacen en esa época.

Con la llegada del proceso democrático, otros valores se fueron arraigando en la cultura política venezolana, entre los que destaca, el valor utilitario de la conciliación y el consenso entre los actores para la garantía del sistema democrático y el populismo rentista como expresión de la justicia social aspirada por la sociedad, con ello llegó la demagogia, el clientelismo político y burocrático, el paternalismo de Estado (políticas distributivas y proteccionistas) y la generalización de la corrupción en todos los niveles.

La renta petrolera degeneró, en el ideario colectivo, la creencia de que Venezuela es un país rico y por tanto los venezolanos también lo somos, por lo que es menester del Estado repartir tal riqueza. La pobreza y marginalidad es producto de la corrupción y poco importa el esfuerzo de producir para recibir bienes y servicios, con lo que se dio cabida a la “viveza criolla” y a la necesidad pronta de enriquecimiento, dando origen a la economía de la especulación.

Todo ello fue creando crisis de gobernabilidad que estallaron a finales de los 80’ y más en los 90’ con la aparición de las protestas sociales; el desprestigio de las élites y de los partidos; los golpes militares y la violencia generalizada.

En estos tiempos de transformación y cambio, ha surgido el valor de la participación y organización ciudadanas, y la transferencia del poder para el pueblo desde los ámbitos del Estado. Si esto es cierto, parafraseando a Villarroel, si estamos efectivamente en una coyuntura que demanda nuevas orientaciones y nuevos comportamientos, cabe preguntarse  cuáles son en la Venezuela de hoy, los principios que orientan la gobernabilidad  y el consenso de la comunidad y cuáles son los valores que organizan el régimen democrático y en relación con la orientación económica e ideológica de la sociedad.
 
III.2.- El Barómetro Latinoamericano

El Barómetro de las Américas es un esfuerzo realizado por el Proyecto de Opinión Pública de América Latina (LAPOP, por sus siglas en inglés) de la Universidad Vanderbilt de los Estados Unidos de Norteamérica, para medir los valores y comportamientos democráticos en el continente, utilizando muestras nacionales probabilísticas de adultos en edad de votar y denotando qué valores son los que más probablemente promueven una democracia estable, y eficaz a nuestro juicio.

El Estudio permite examinar, para cada país y entre naciones, temas como legitimidad y tolerancia políticas, apoyo a una democracia estable, participación de la sociedad civil y capital social, el estado de derecho, evaluación de los gobiernos locales y participación en ellos, victimización por el crimen, victimización por la corrupción y comportamiento electoral. El estudio de cada país contiene, además, un análisis de esas importantes áreas relacionadas con los valores y comportamientos democráticos.

Usó un diseño común a todos los países para la construcción de una muestra probabilística (con cuotas a nivel del hogar) multietápica y estratificada de un tamaño aproximado de 1.500 individuos.

El informe “Cultura política, gobernabilidad y democracia en Venezuela, 2008” ha sido escrito durante los meses de junio y julio de 2008, y consta de siete capítulos. En los primeros cinco capítulos se incluyen las secciones teóricas proporcionadas por LAPOP Central y se realiza el análisis de datos a nivel comparado y nacional, de acuerdo a las indicaciones también proporcionadas por LAPOP Central. Los dos capítulos finales han sido desarrollados exclusivamente para el informe nacional.

Este informe analiza los valores políticos de los venezolanos en sí mismos y en perspectiva comparada, a la luz de la evidencia de la ronda 2008 del Barómetro de las Américas. El marco analítico del estudio se basa en cuatro dimensiones principales que hacen a una democracia estable: i) la creencia ciudadana en que la democracia es el mejor sistema de gobierno, ii) la creencia en los valores esenciales en los que descansan las democracias de acuerdo a Robert Dahl[1], iii) la creencia en la legitimidad de las instituciones políticas, y iv) la confianza en los demás ciudadanos.

El apoyo a la idea de “democracia churchilleana”[2] es relativamente alto en el país: 83,8 puntos en la escala de 0 a 100, lo que confiere al Venezuela el cuarto lugar detrás de Canadá, Argentina y Uruguay. Venezuela ocupa el décimo lugar en el apoyo al derecho de participación, con 70 puntos en la escala de 0 a 100, y el noveno lugar en tolerancia política (54,6 puntos en 100). En cuanto a la confianza interpersonal, Venezuela ocupa la octava posición en el conjunto de países del continente, con 60,5 puntos en la escala de 0 a 100.

El 21,4% de los ciudadanos de Venezuela ha sido víctima del crimen en los últimos doce meses. Este es uno de los valores más altos de la región, aunque el valor de victimización más alto corresponde a Argentina (27,5%); el valor más bajo de victimización por crimen corresponde a Jamaica (8,3%). De modo análogo, la percepción de inseguridad está relativamente extendida en el país. En una escala de inseguridad de cero a 100, Venezuela alcanza 46,7 puntos. Es el quinto país de la región con mayor percepción de inseguridad, detrás de Argentina, Perú, Chile y Bolivia. En Venezuela, los ciudadanos más pobres son los más propensos a ser víctimas del crimen. Esto se explica, en parte, porque aquellos con más recursos económicos cuentan con más medios para defenderse del crimen, y en consecuencia son menos vulnerables a este. Por otra parte, los ciudadanos con más educación son más propensos a ser víctimas del crimen, aunque estos resultados pueden estar influenciados por el hecho de que los más educados son más sensibles al tema y pueden estar más dispuestos a reportar hechos de delincuencia. Las percepciones de inseguridad tienen un impacto más marcado que la victimización en sí. De este modo, cuanto más inseguros se sienten los venezolanos, menos legitimidad confieren a sus instituciones políticas y menos confianza reportan en sus pares.

Es precisamente en torno a la corrupción y su impacto en el apoyo a una democracia estable que se desarrolla el informe Cultura política, gobernabilidad y democracia en Venezuela, 2008.


De acuerdo a sus actitudes en los dos frentes analizados, el 26% de los venezolanos quedan comprendidos en el escenario más favorable a una democracia estable. El resto de los escenarios cuentan casi con tanto apoyo como el de democracia estable. En este sentido, ha habido un retroceso desde la medición de 2007. Ese año, el apoyo a la democracia estable recibía el 42,5% del total, y el escenario de democracia en riesgo el 12,1%. En 2008, el escenario de democracia estable se ha visto reducido a 26%, en cambio el de democracia en riesgo ha crecido a 22,6%. El análisis de las condiciones que impactan sobre el escenario más favorable a la democracia estable sugiere que la victimización por corrupción reduce las probabilidades de que este ocurra Venezuela es el tercer país del continente en cuanto a qué tan democrático es percibido por sus ciudadanos, detrás de Costa Rica y Uruguay. Obtiene un puntaje de 73 en una escala de cero a 100. De modo similar, la satisfacción con la democracia alcanza niveles elevados para las Américas: 58,8 en una escala de cero a 100. La abrumadora mayoría de los venezolanos (95,6%) prefiere la democracia ante otros sistemas de gobierno, y sólo el 3,6% preferiría un líder fuerte que no tenga que ser elegido a la democracia electoral.

Más de la mitad de los encuestados no estaría dispuesto a aceptar un golpe militar en ninguna circunstancia. El 16,5% de los encuestados justificaría un golpe militar frente al desempleo muy alto, el 24,5% lo justificaría frente a muchas protestas sociales, el 38,3% lo haría frente a mucha delincuencia, casi un cuarto de los entrevistados justificaría un golpe militar frente a la alta inflación, y finalmente, 36,1% justificaría un golpe de estado por parte de los militares frente a mucha corrupción. Un 10% justificaría un golpe militar en cada una de las cinco circunstancias presentadas.

Los venezolanos confiamos en el gobierno nacional con un 48% y la participación política a nivel local ha venido en aumento  desde el 2007 con un 13,3 a un 14,6 en el 2008. Esto es en reuniones del gobierno a nivel local.

Finalmente, el estudio demostró una clara relación positiva entre las evaluaciones del desempeño económico del gobierno y la legitimidad conferida a las instituciones  políticas del régimen. Aquellos ciudadanos que más satisfechos están con la labor del gobierno en materia de combate a la pobreza y al desempleo (las dos dimensiones que conforman el índice de desempeño económico) confían mucho más en las instituciones políticas de Venezuela que sus pares menos satisfechos.

 De modo similar, la confianza en los  individuos que conforman la comunidad es significativamente mayor entre los que evalúan más positivamente la labor económica del gobierno que entre aquellos que lo hacen más negativamente.

IV. A modo de Conclusión

Para un régimen democrático, estar en transformación es su condición natural. La democracia es dinámica. Por eso es elemental para los regímenes democráticos pasar de las promesas, de los postulados de la democracia, a la adaptación natural de sus principios abstractos a la realidad. (Bobbio, 2001:15-16).

Estudiar los valores y las valoraciones al régimen democrático, son las herramientas que nos permiten ver, dirimir el devenir de la historia, de los hombres y mujeres de cómo hemos ido construyendo el camino democrático teniendo en cuenta nuestras creencias, aspiraciones e inquietudes sobre la democracia misma.

Analizando los contenidos de los estudios presentados podemos contactar la diversidad y transformación de los valores y las valoraciones que sobre el régimen democrático venezolano se ha ido construyendo en el devenir histórico de nuestra contemporaneidad democrática.

Si bien el estudio del Barómetro Latinoamericano ha reafirmado que para la inmensa mayoría de los venezolanos, la democracia es el régimen de mayor preferencia, también demuestra cómo han venido cambiando las valoraciones utilitarias de la misma.

En el estudio de Villarroel pudimos encontrar que el consenso venía siendo el valor para dirimir las controversias. En la cultura del consenso, se produce, dada la situación polarizada política e ideológicamente, no ya el rechazo al conflicto sino, la asunción de la confrontación política como nuevo escenario para dirimir las diferencias sociales y políticas, inaugurando un nuevo estadio en el Sistema Político Venezolano, pasando de decisiones tomadas por unanimidad durante el consenso,  a la mayoría durante la confrontación.

De igual manera podemos contrastar que de la partidización de principios del régimen democrático, se creó, un ambiente político general hostil a los partidos y a los políticos profesionales, en el que se realzaba el papel de las personalidades sin partido, de los grandes grupos de presión: empresarios, sindicatos, la Iglesia, los “mass media”, ONG’s y de los militares; creyendo que tales actores podían sustituir con ventaja a los desprestigiados partidos y políticos profesionales. Pero el tipo de democracia que cabe esperar, cuando esta clase de actores sustituyen a los partidos y a los políticos profesionales, es la que el país pudo apreciar con el gobierno provisional instaurado el 12 de abril”[3], que encontró en la población civil una contención que pugnó por la restitución del régimen constitucional.

En todo ello soplan vientos de civilidad y ciudadanía, que más por la tenacidad y pugnacidad que por la institucionalidad, logran garantizar derechos constituidos en la norma suprema y el marco legal, para adecentar el proceso democrático; por lo que la participación popular, es un nuevo valor que se suma al régimen democrático, variando además la concepción de soberanía, la cual ya no sólo se expresa a través del voto sino también en la toma de decisiones y control de la gestión pública.

Es precisamente, esa valoración y reconocimiento de la población sobre el régimen democrático, que sostiene la estabilidad del mismo. Creemos que los momentos de consenso y de confrontación, se corresponden con la fenomenología típica de los procesos democráticos. Con la variante que el liderazgo venezolano deviene de procesos históricos del caudillismo y militarismo, que aún pululan en el ideario como salvadores de la institucionalidad, lo cual hace que el militarismo y la autocracia se haga presente como una sombra, sobre todo en los momentos de mayor pugnacidad por el poder, en el seno del Sistema Político Venezolano, tal como lo demuestra el estudio del Barómetro Latinoamericano.


Otro valor que se suma es el de la confianza inter pares de los venezolanos, como bien lo establece el barómetro: cuanto más inseguros se sienten los venezolanos, menos legitimidad confieren a sus instituciones políticas y menos confianza reportan en sus pares. Ello deviene de los procesos de inseguridad y violencia que se han incrementado en la sociedad venezolana.
El nivel de la confianza interpersonal en Venezuela es muy bajo, lo cual podría explicar por que un a sociedad de creencias democráticas tiende a favorecer un gobierno de “mano dura”. De igual manera la desconfianza también se expresa hacia las instituciones públicas y privadas, sin embargo ello no ha afectado el decidido apoyo popular al sistema democrático. (Carrasquero: 2003, 99, 113)
 
Finalmente hemos dado cuenta, que en la medida que las sociedades, los pueblos, viven sus procesos dinámicos de desarrollo, en esa medida se realizan transformaciones en los valores y creencias de las mismas. En el caso venezolano se mantiene la democracia, de manera decidida, como el régimen mayoritariamente aceptado por la sociedad en su conjunto. Ese es el norte y la visión de nuestro sistema político. A él debemos aspirar en las transformaciones y cambios que vivimos.

En estudios previos de LAPOP y el Barómetro de las Américas se ha consignado la importancia de la tolerancia política y el apoyo al sistema como condiciones para el desarrollo de una democracia estable. En Venezuela, las actitudes ciudadanas más favorables a este escenario han disminuido desde la medición en 2007. En cambio, las actitudes favorables al escenario de democracia en riesgo han crecido. En este sentido, será necesario monitorear atentamente la evolución de los valores ciudadanos, a fin de determinar el desafío que este creciente escenario de democracia en riesgo representa en el marco de la situación política actual del país.

Estudiar tales procesos de valoración es el reto permanente, no solo de la ciencia política, sino de los sondeos de opinión[4] en medir las manifestaciones de las percepciones de la población en determinados momentos de su devenir histórico.

V. Bibliografía

CARRASQUERO, José V. y otros. Cultura política, capital social y calidad de la democracia en Venezuela: Un análisis comparado. Revista Politeia, Nº 30. Instituto de Estudios políticos, Universidad Central de Venezuela. Caracas, 2003, Págs. 95 -117.

JANSEN R., Víctor Genaro. Control social y medios alternos para solución de conflictos. Universidad de Carabobo. 2da. Edición. Valencia, 2008. 190 págs.

MORRIS, Dick. El nuevo príncipe. Maquiavelo actualizado para el Siglo XXI. Editorial El Ateneo, Buenos Aires, 2008. 341 págs.

NJAIM, Humberto y otros. Opinión política y democracia en Venezuela. Universidad Central de Venezuela. Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. Caracas, 1998. 153 págs.

Rey, Juan Carlos. Consideraciones políticas sobre un insólito golpe de Estado. Julio 2002.  En http://www.analitica.com/bitblio/juan_carlos_rey/insolito_golpe.asp

SARTORI, Giovanni. La Democracia en 30 lecciones. Editorial Taurus. Bogotá, 2009. 150 Págs.

VILLARROEL, Gladis. Las representaciones políticas del venezolano. Un estudio sobre culturas políticas. Universidad Central de Venezuela. Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico (CDCH). Caracas, 2001. 390 págs.

[1] Dahl, Robert A. Polyarchy: Participation and Opposition. New Haven, CT: Yale University Press, 1971. Citado en el Informe de Barómetro Latinoamericano
[2] El término  Democracia Churchilliana viene del famoso discurso que Wiston Churchill pronunció en la Cámara de los Comunes en  1947: “Muchas formas de gobierno han sido probadas y se probarán en este mundo de pecado e infortunio. Nadie pretende que la democracia sea perfecta u omnisciente. En verdad, se ha dicho que la democracia es la peor forma de gobierno, excepto por todas las demás  formas que han sido probadas de vez en cuando.”
[3] Rey, 2002:5
[4] Los sondeos de opinión han venido cobrando importancia en los analistas e investigadores venezolanos, no solo para campañas políticas, sino también para la formulación de políticas públicas. Tal cual y como lo señalan José Vicente Carrasqueño y otros.


[1] Giovanni Sartori, 2008: 26 y 33 respectivamente.
[2] El resaltado es  nuestro
[3] Ramón Soriano. Op. cit por Víctor Jansen, en Control social y medios alternos para solución de conflictos, 2008: 69-70
[4] Jansen, 2008: 71.
[5] Morris, Dick, El Nuevo Príncipe, 2008:87
[6] Citado por Humberto Njaim, en opinión política y democracia en Venezuela. 1998: 7

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